domingo, 4 de diciembre de 2016

LOS MITOS DEL SIGLO XX



Aunque con breves pinceladas retoquemos ahora esta serie de mitos que tantos lectores han aceptado con magnanimidad y comprensión, no ha sido la nuestra una intención meramente cultural, pues muchos datos que hemos aportado están a flor de piel en cualquier diccionario de más de dos tomos, sino, más bien, la de despertar inquietudes que permitan no dejarse manipular por la plaga de titiriteros de seres humanos que nos han caído encima. Tal vez, la más grande plaga del siglo XX sea...sí... la manipulación y comercialización de la Persona.

Uno de los elementos de "moda" en el siglo XX, en cuanto a mitos, es el de las revoluciones. En buena parte del mundo, si un partido político quiere tener algún arraigo popular, se debe llamar "revolucionario", aunque de  tal tenga, por lo menos en el momento en que escribo, tan poco de revolucionario como el PRI en México o el CCC de Bélgica, el uno por burgués y el otro por loco.

Son copias apenas legibles, como las páginas de los libros que vemos en los museos, de movimientos auténticamente espontáneos del siglo XIX, como ser el Chartinismo británico, cuya última gran manifestación fue en 1848, o los Communards de París, que en 1871 dejaron en la Ciudad Luz treinta mil muertos en sus barricadas.

Afortunadamente son muchos los que perciben la actual farsa y comienzan a darles la espalda a los "revolucionarios" que gritan cuando son más, callan cuando son menos, y salen corriendo y clamando por los derechos humanos o el amparo de la frontera próxima en cuanto las cosas se les hacen difíciles y ya no pueden cabalgar a los "idiotas útiles", que matan y se hacen matar por ellos.

La Historia, correctamente investigada, es uno de los detergentes más poderosos contra la suciedad de los mitos.


Generalmente, los revolucionarios personalistas pecan de utópicos y sus revoluciones cambian menos las cosas de lo que aparentan. En la URSS, luego de 1917, el nivel de vida y de libertad es, comparativamente, tan inferior al resto de Europa como hace 100 ó 200 años.

En USA, los blancos sienten la misma desafección por los negros, y viceversa, que antes de la Guerra de Secesión, cuyas raíces fueron económicas y no humanitarias.

Nadie, hoy, se atrevería a llamar "revolucionarios" a los motores a vapor, sin embargo, aunque se conocían desde la época pre-cristiana, no habían sido aplicados para reemplazar las energías de bestias y de vientos. Así, al comenzar el siglo XIX, barcos, máquinas agrícolas y comunicaciones terrestres eran equivalentes a las que existían veinte siglos antes, y la higiene estaba por debajo  del nivel de la población romana de la época de Claudio.

En menos de 100 años, la nada guerrillera máquina de vapor permitió que el hombre se desplazase sobre vías de hierro a 130 Km. por hora, y que el tamaño de los nuevos barcos metálicos movidos por calderas y si independencia de los vientos fuera tal, que el grano comestible se abarató diez veces entre 1850 y 1899. Desde Francia hasta Nueva Zelanda, las trilladoras a vapor redujeron, en pocos años, el esfuerzo humano y aumentaron la producción treinta y tres veces.

Las mejores comunicaciones permitieron migraciones que estabilizaron las concentraciones demográficas y crearon nuevos espacios vitales; el 22 de abril de 1889 se fundaba la ciudad de Oklahoma... y el día siguiente, 23 abril, se colonizaron las tierras circundantes, y casi todos se enriquecieron notablemente. ¿Qué revolución hizo jamás cosa parecida?


Los descubrimientos científicos y técnicos permitieron acabar con las pestes que asolaron Europa desde la caída del Imperio Romano; hablar a través de distancias enormes; grabar la voz de los ahora muertos; reproducir fielmente en imágenes todo el entorno; practicar cirugía sin que el paciente sienta dolor.

Si comparamos cuántos sufrimientos nos ahorró el "Che" y cuántos sufrimientos la anestesia, tendremos que dar la palma a esta última, que aportó una verdadera fuente de bienestar a los hombres.

También, y a pesar de que el mito pueda condenarme por hereje, creo que hizo más bien a la humanidad la enfermera Florence Nightingale que el intelectual revolucionario Lenin.

Podría argumentarse que, si bien a partir de 1880, las lavadoras y prensadoras de ropa mecánica ahorraron muchos esfuerzos a hombres y mujeres, éstos eran una minoría comparados con los que seguían sin ellas. ¡Cierto! Pero...los que cuentan con automóviles y gasolina gratis, así como matrículas diplomáticas que los hacen prácticamente invulnerables... ¿son mayoría en algún país por revolucionario que sea?... Con el correr de medio siglo, esas máquinas higiénicas estuvieron al alcance de millones de familias...¿Tendrán millones de familias coche y gasolina gratis a medio siglo de la revolución de  Sandino?

¡Mitos...mitos...mitos!

Queremos terminar refiriéndonos a uno muy actual, el de que la autoridad no es necesaria. Este lavaje de cerebro hace que en las Universidades se vea a los profesores como enemigos; que muchos tontos teman más a la policía que a los criminales y que se tenga por retrógrados a quienes buscan un maestro, una bandera o una verdad que seguir.

La moda es "pasar" de todo, creerse autosuficiente y autodidacta, anteponiendo la insolencia a la cortesía, la suciedad a la higiene, los pies en los respaldos de las sillas y la cabeza (vox populi, vox Dei) en los asientos , originalmente diseñados para las posaderas.

Por estar a la moda, los más jóvenes se quedan sin lo mejor de sus vidas; los puros sentimientos y las ideas fuertes.



Más la observación filosófica de la Naturaleza nos muestra una organización basada  en el orden y la autoridad... ¡pensad! desde la marcha de los astros hasta el enramado de los árboles, la estructura piramidal del sistema venoso-arterial y la distribución de los pétalos en las flores. Por lo tanto no hay nada tan antinatural y antiecológico como el culto a la crítica corrosiva de un orden natural de las cosas y de la relación positiva entre maestro y discípulo.

¿Que todos somos iguales?...Ya hemos tratado ese tema en otro artículo de esta serie... pero siempre es bueno coger un trozo de mármol e intentar sacar de él un a creación parecida al Efebo de Praxíteles; un pincel y unas pinturas y hacer un mural como el techo de la Capilla Sixtina, o una trama y unas lanas de colores y recrear algo que sea equivalente a la Dama del Unicornio. También, como postre, puede un niño de cinco años, con los ojos vendados o con una sábana sobre el teclado, interpretar sonatas como lo hacía Mozart a esa edad.


En verdad, lo único que tenemos de iguales es nuestra rica desigualdad, que nos hace casar armónicamente los unos en los otros y formar parejas, grupos, sociedades, una Humanidad que, en fin, sea una realidad en marcha que no aplaste, sino que transporte y levante a cada uno de sus componentes.


¿Qué esto es una utopía parecida a la de socialistas y demás vendedores de sueños?


No...Utópico es negarlo, pues la Naturaleza nos presenta su modelo, forjado según la voluntad de Dios y acorde al Destino inexorable que nos rigió, nos rige y nos regirá.


Se trata, simplemente, de buscar y encontrar la verdad, aquella que está a nuestro alcance, atesorarla y vivirla para dejar a los que vengan un Mundo más espiritual, más sólido, más seguro.


¡Qué hermoso sería que todos los seres humanos entendiesen que es imposible perforar la oscuridad de nuestros tiempos, sus mentiras o mitos, con el bastón de la violencia, y recurriesen a encender la lámpara de la Sabiduría para poder reconocerse los unos a los otros, tal como somos y no como los inquisidores o  manipuladores quieren que seamos!





fragmentos de: LOS MITOS DEL SIGLO XX - 1985 
Jorge Angel Livraga Rizzi - 
Cruz de París en Artes, Ciencias y Letras

viernes, 2 de diciembre de 2016

EL MITO DE LA IGUALDAD

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"En Aritmética decimos que dos es igual a dos, y esto es cierto en la abstracción. Pero en el mundo manifestado, en el aquí y el ahora, cuando las cosas poseen más de una cualidad, dos manzanas no son iguales a dos relojes, por ejemplo. Y ni siquiera es forzoso que las dos manzanas sean iguales entre sí en tamaño, peso, color, etc.

En verdad, en este mundo en el que nos corresponde vivir, no existe ni dos cosas iguales, cuanto más, pueden ser semejantes, o sea, tener algunas características iguales, y otras desiguales que las diferencian. Mas la suma de igualdades y desigualdades, siendo éstas últimas variables, dan un forzoso resultado desigual. Diferente.

La experiencia cotidiana nos enseña de manera irrebatible que no hay dos hojas de árbol iguales, ni ninguna cosa que lo sea respecto a otra. A lo sumo, una cosa puede ser igual a sí misma en un instante puntual, sin dimensiones, lo que la hace idéntica a sí misma, pero jamás a otra.

El concepto de igualdad nace artificialmente de las limitaciones de la observación humana. Así, la estrella Sirio puede parecer igual a la estrella Aldebarán ante determinadas condiciones deficientes de observación, pero hoy sabemos que la estrella Sirio no existe como unidad pues en realidad se trata de dos estrellas que vemos a ojo desnudo como una, simplemente en razón de la distancia.

Si observamos desde lejos una multitud de hombres y mujeres nos parecerán todos iguales, pero bastará un acercamiento para que se humanicen en infinitas diferencias, no sólo físicas, sino también psicológicas. Fue la lejanía y la confusión de los detalles los que los masificaron ante nuestra observación haciéndonos creer que todos eran iguales. Cuanto más intimo sea nuestro contacto con ellos iremos descubriendo más y más matices diferenciadores dentro de lo que no puede rebasar la semejanza de pertenecer todos al Reino Humano, o a la "Especie" humana, como dirían los materialistas.

El concepto hipotético comunizante de que todos los humanos son iguales es una falacia tan frágil que hasta un niño la puede deshacer. Bastaría con preguntarle si su padre, su hermana, su madre, son iguales entre sí o iguales a él mismo. Su respuesta rápida y natural afirmaría que no, y si insistiésemos preguntándole por qué, podría señalarnos mil detalles, desde los anatómicos hasta otros más sutiles que hacen a todos maravillosamente diferentes, circunstancia que permite reconocerlos y apreciarlos.

Es la igualdad tan antinatural e inexistente que sería suficiente imaginar algo hermoso, una mariposa, una flor, una mujer, un hombre, un cuadro o una estatua; son bellos en su singularidad... pero si nos viésemos rodeados nada más que de millones y millones de mariposas, flores, mujeres, hombres, cuadros o estatuas que fuesen todos iguales, total e irremediablemente iguales, caeríamos en el desconcierto psicológico más aberrante, en el tedio y la locura. Nuestra circunstancia carecería de profundidad y de sentido. Y en medio de esa diabólica multitud nos sentiríamos solos. Pues por efecto de multiplicidad no multiforme, la cantidad se nos confundiría en un caos aséptico y repugnante a nuestra más íntima Seidad.

Podría tratarse de argumentar que, si bien las cosas no pueden ser iguales, sí pueden ser equivalentes. Pero también es falso. Porque es filosóficamente imposible que dos cosas diferentes tengan una suma de atributos iguales. Y de la simple observación nos nace el rechazo de ese absurdo, pues cada cosa o individuo, por ser lo que es, no puede identificarse con otro ni tener sus mismos atributos. Sólo el materialismo aberrante que pone precio a todo, puede tratar de adjudicar valores iguales a cosas diferentes...


Ante la inventada igualdad, la escala de valores que es la que con sus peldaños naturales nos permite ascender y aún tener la libertad de descender, se pierde. Nada más contrario a la libertad que la igualdad. Es libre la curva que rueda sobre el plano de un camino, o las plásticas aguas sobre el rígido lecho de un arroyo; mas si rueda y camino, agua y piedra fuesen iguales, ni andaría el carro ni correría el agua. Y todo lo que se detiene es apresado por el tiempo y se pudre.

Por todo esto ya los Presocráticos afirmaban el Principio de Identidad, que hace que una cosa pueda ser tan sólo igual a sí misma.

A nivel social, la comprensión de estas verdades evidentes permite la supervivencia del individuo, con sus virtudes y sus defectos, con sus características, más allá de la vara del juez que diga lo que es bueno y lo que es malo. Pues buena es el agua para el sediento, pero mala para el que se está ahogando con ella, Y así todas las cosas, Los valores devienen de las circunstancias y el valor en sí tan sólo la propia identidad.

Las hipótesis materialistas que se expresan políticamente a través del Marxismo y del Capitalismo pretenden igualar a los diferentes y, lo que es peor, a la altura del más bajo.

En la misma raíz del igualar está en potencia el genocidio, pues éste es más fácil cuando reducimos lo diferente a la pasta amorfa de lo igual. En los campos de concentración de la última época Nazi se mataban "judíos", y en los finales de la 2ª guerra mundial, las bombas atómicas de las Democracias calcinaron "japoneses". Es el igualar, el amontonar, el cosificar a los seres humanos cuando se los hace más vulnerables y proclives a ser injustamente destruidos.


Uno de los mitos más terribles y funestos de este siglo XX que está viviendo sus últimos lustros en un ambiente de miseria, opresión y terror, es el de la igualdad.

El que los unos seamos diferentes de los otros no significa que "valgamos menos ni más"... Ese es un valor añadido, artificialmente, contra Naturaleza. Cada uno vale lo que vale en relación a cada cosa que sea o haga... Un excelente nadador puede ser lento al caminar sobre la tierra y andar a los trompicones.


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La filosofía al señalar el valor de las diferencias, canta una loa a la Sabiduría de Dios reflejada en la Naturaleza. Todos somos maravillosamente diferentes. Como no tenemos precio, no somos equivalentes. Somos Seres Humanos con todo lo grandioso que esto significa. No somos iguales a nadie. Somos distintos e irrepetibles y aún si aceptamos la Teoría de la reencarnación, jamás volveremos a ser exactamente los mismos, pues si bien el Espíritu es idéntico a sí, no lo puede ser su entorno o sus vehículos de expresión.


Incluso quien esto escribe ya no es igual al que comenzó a escribir, ni el lector es ya igual al que comenzó a leerlo. Sí, sabio Heráclito... ¡nadie puede bañarse dos veces en el mismo río...! 


¡La igualdad no existe!

¡Cuánta felicidad da el constatarlo, el vivirlo, el liberarse del cenagoso mito de la igualdad!



fragmentos de: El mito de la Igualdad de JORGE ANGEL LIVRAGA  -1985