martes, 18 de abril de 2017

Los que matan y Los que mueren

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LOS QUE MATAN:

No son solamente los que aprietan el gatillo.

No son los que ahuecan las puntas de las balas para que desgarren las carnes, los únicos responsables.

No confundamos los efectos con las causas.

Los que matan, los ocultos responsables, son múltiples y varios.


LOS QUE MUEREN


No son sólo hombres honrados, padres, hermanos, hijos, en fin, seres humanos.

Los que mueren bajo las balas asesinas de los humanoides son los ideales, el Amor, la Caridad, la Poesía, la Música, la Ciencia, la Política. Los que caen son tan sólo símbolos humanos de todo ello. Las ráfagas no son dirigidas contra un corazón de carne, sino contra el corazón de nuestra civilización, de nuestra Fe en Dios, de nuestros anhelos de un mundo nuevo y mejor. 

No basta con reprimir el acto físico criminal, es menester y muy urgente librar batalla en los más sutiles campos de la religión, de las artes, de la ciencia, de la educación. Es necesario enfrentarse valerosamente con las incorpóreas larvas del ateísmo y del materialismo, de la corrupción y del chantaje.

Es imprescindible clamar y actuar en pro de todo lo noble y de todo lo bueno, en la posposición de los apetitos y en la exaltación de la generosidad y de la virtud.

Los que mueren, son tus esperanzas, tus sueños, tu paz, tu trabajo, tu mesa familiar, tu lecho de descanso bien ganado.

Bajo la panza de Sancho estamos dejando ahogar al Quijote. En las hirsutas barbas de Marx se enreda el Cid. Con cada guardián del orden que cae, se deja crucificar de nuevo a Cristo. Con cada madre que llora por la violencia anónima, solloza la Esperanza.

Lector, cubre tus vergüenzas de la indiferencia y donde quiera que estés y por pequeño que seas, ten valor de levantar tu voz y tus actos.


Los que mueren...eres tú.



fragmentos
Jorge Angel Livraga-1976

Amor constante más allá de la muerte


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Cerrar podrá mis ojos la postrera 
Sombra que me llevare el blanco día, 
Y podrá desatar esta alma mía 
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera 
Dejará la memoria, en donde ardía: 
Nadar sabe mi llama el agua fría, 
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, 
Venas, que humor a tanto fuego han dado, 
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado; 
Serán ceniza, mas tendrá sentido; 
Polvo serán, mas polvo enamorado.


Quevedo y Villegas

Prevención para la vida y para la muerte

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Si no temo perder lo que poseo,
ni deseo tener lo que no gozo,
poco de la Fortuna en mí el destrozo
valdrá, cuando me elija actor o reo.

Ya su familia reformó el deseo;
no palidez al susto, o risa al gozo
le debe de mi edad el postrer trozo,
ni anhelar a la Parca su rodeo.

Sólo ya el no querer es lo que quiero;
prendas de la alma son las prendas mías;
cobre el puesto la muerte, y el dinero.

A las promesas miro como a espías;
morir al paso de la edad espero:
pues me trujeron, llévenme los días.

Quevedo y Villegas



Himno a las estrellas

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A vosotras, estrellas, 
alza el vuelo mi pluma temerosa, 
del piélago de luz ricas centellas; 
lumbres que enciende triste y dolorosa 
a las exequias del difunto día, 
güérfana de su luz, la noche fría;

 ejército de oro, 
que por campañas de zafir marchando, 
guardáis el trono del eterno coro 
con diversas escuadras militando; 
Argos divino de cristal y fuego, 
por cuyos ojos vela el mundo ciego;

 señas esclarecidas 
que, con llama parlera y elocuente, 
por el mudo silencio repartidas, 
a la sombra servís de voz ardiente; 
pompa que da la noche a sus vestidos, 
letras de luz, misterios encendidos;

 de la tiniebla triste 
preciosas joyas, y del sueño helado 
galas, que en competencia del sol viste; 
espías del amante recatado, 
fuentes de luz para animar el suelo, 
flores lucientes del jardín del cielo,

 vosotras, de la luna 
familia relumbrante, ninfas claras, 
cuyos pasos arrastran la Fortuna, 
con cuyos movimientos muda caras, 
árbitros de la paz y de la guerra, 
que, en ausencia del sol, regís la tierra;

 vosotras, de la suerte 
dispensadoras, luces tutelares 
que dais la vida, que acercáis la muerte, 
mudando de semblante, de lugares; 
llamas, que habláis con doctos movimientos, 
cuyos trémulos rayos son acentos;

 vosotras, que, enojadas, 
a la sed de los surcos y sembrados 
la bebida negáis, o ya abrasadas 
dais en ceniza el pasto a los ganados, 
y si miráis benignas y clementes, 
el cielo es labrador para las gentes;

 vosotras, cuyas leyes 
guarda observante el tiempo en toda parte, 
amenazas de príncipes y reyes, 
si os aborta Saturno, Jove o Marte; 
ya fijas vais, o ya llevéis delante 
por lúbricos caminos greña errante,

 si amasteis en la vida 
y ya en el firmamento estáis clavadas, 
pues la pena de amor nunca se olvida, 
y aun suspiráis en signos transformadas, 
con Amarilis, ninfa la más bella, 
estrellas, ordenad que tenga estrella.

 Si entre vosotras una 
miró sobre su parto y nacimiento 
y della se encargó desde la cuna, 
dispensando su acción, su movimiento, 
pedidla, estrellas, a cualquier que sea, 
que la incline siquiera a que me vea.

 Yo, en tanto, desatado 
en humo, rico aliento de Pancaya, 
haré que, peregrino y abrasado, 
en busca vuestra por los aires vaya; 
recataré del sol la lira mía 
y empezaré a cantar muriendo el día.

 Las tenebrosas aves, 
que el silencio embarazan con gemido, 
volando torpes y cantando graves, 
más agüeros que tonos al oído, 
para adular mis ansias y mis penas, 
ya mis musas serán, ya mis sirenas.
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Francisco Quevedo y Villegas

jueves, 13 de abril de 2017

Necesitamos superar este problema de la guerra

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Considero que para poder vencer esa catastrófica tendencia hacia la guerra que tenemos todos, lo primero es entender el fenómeno, pero entenderlo a cara desnuda, en su realidad, no como nosotros querríamos que fuese el fenómeno, sino entenderlo tal cual es. Veámoslo con un ejemplo. Si dos partes de hidrógeno y una de oxígeno forman agua, amigos míos, es inútil que debatamos sobre este fenómeno...  Por eso os digo que para ver la realidad tal cual es, tenemos que conocer la naturaleza y darnos cuenta de que realmente existe un latido continuo en ella, una suerte de lucha y relación entre lo masculino y lo femenino, entre lo duro y lo blando, entre el fuego y el aire, entre el aire y el agua, entre el agua y la tierra... Todo es el resultado de tremendas fuerzas en equilibrio relativo.

Y entonces, ¿cuál es la solución? ¿Qué podemos hacer? ¿De qué manera podemos zafarnos de este laberinto? Hay un elemento natural en nosotros y otro psicológico que querría poder diferenciar un poco. Hemos mencionado un elemento natural del cual no nos podemos evadir de ninguna manera, tampoco se trata de evadirlo, y también hay un elemento psíquico que debemos enfrentar. ¿ Por qué hablamos tanto de la guerra? ¿Es la muerte el fin de todas las cosas? ¿ Es que acaso el sufrimiento se da tan sólo en la guerra o se da también en la paz?

Sabéis que todas las filosofías esotéricas antiguas afirman que el hombre reencarna; o sea que el hombre muere, pero que después de estar un tiempo en los planos sutiles, después de un tiempo de "higiene", como diría Platón, vuelve nuevamente a la tierra a reencarnar otra vez. Es decir que, en cierto modo, la muerte no existe, somos inmortales.


¿Qué es la guerra¿ ¿Qué es la paz? Simples instrumentos para la evolución humana que, desgraciadamente, han sido bastardeados por los intereses creados, por los intereses económicos, los temores psicológicos, etc. Pero hay algo peor que morir en una guerra: vivir vergonzosamente. Pienso que hemos perdido algo muy valioso, muy extraordinario: el sentido del honor.

Si los hombres llegan al fondo de sí mismos, si se reencuentran otra vez con su honor, con su naturaleza espiritual profunda, entonces, damas y caballeros, el miedo desaparece. Entendemos que la guerra, el combate, la enfermedad, los terremotos, no son más que circunstancias de la naturaleza que no afectan al alma profunda.

Pero.¡cuidado! Eso no nos tiene que volver secos ante el dolor de los demás. Tenemos que ser hábiles para poder ayudar a los que sufren. No basta con la buena voluntad, tenemos que ser eficaces. Sumando buena voluntad y eficacia hacemos un real acto místico, entonces sí, podemos vivir un poco más en paz, no solamente con los demás, sino con nosotros mismos.



La primera paz no comienza en la ONU, la primera paz comienza en el corazón del hombre. El hombre que está en paz consigo mismo es el que no teme ni a Dios ni al diablo, porque sabe que todo está dentro del gran Dios, del buen Dios que nos acoge a todos. El hombre que sabe que no muere con su cuerpo, como tampoco muere cuando se le van cayendo los cabellos; el que sabe que está mucho más allá de todo eso, el que ha vuelto a reconocer qué es el honor, ese hombre tiene paz. Porque el honor, más que otra cosa, es estar en paz con nosotros mismos.


Lo que necesitamos para superar este problema de la guerra es una moral profunda que surja de nuestros corazones. No una moral que nos dicten de fuera hacia dentro, no que nos la impongan como si fuésemos esclavos. Necesitamos una moral propia, una moral que se eleve de cada uno de nosotros.


Necesitamos convertirnos en antorchas. Sé que somos débiles; todos somos débiles, estamos crucificados aquí en esta cruz de carne; tenemos problemas económicos, psicológicos y espirituales... Cada uno de nosotros puede ser como una antorcha que arda en medio de la nocheLo que importa es seguir marchando de la mejor manera, hacer el menor daño posible, reencontrarse a sí mismo, sentir que Dios está en cada uno de nosotros, tener una firme creencia en nuestra alma inmortal, sentir que los que están a nuestro lado son hermanos, cultivar el arte, la ciencia, incluso las buenas costumbres, la amabilidad, la cortesía, tener fuerza como para poder decir lo que sentimos y ser realmente libres.


La libertad es algo que se tiene dentro y que se vive o no se vive. Y si se vive realmente la libertad - hablo de libertad, no de libertinaje-, entonces estamos más allá de la guerra y de la paz, de la noche y del día... y venga lo que venga, estaremos nosotros, que somos damas y caballeros.




fragmentos de:  Jorge Angel Livraga

1980- ¿Por qué la guerra?


***


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Personalmente considero que hace falta desarrollar compasión, empatía, sentir al otro como una parte de nosotros mismos y su dolor como nuestro, ser conscientes de que todos sufrimos y hemos sufrido... Debe crecer la capacidad de Amor, comprensión, Compasión. Y debe disminuir hasta desaparecer el egocentrismo, egoísmo, personalismos, agresividad y violencia.

Entender y vivir la Verdad de que Somos una Gran Familia, en un mismo Planeta viviendo, inmersos en un maravilloso Universo al que debemos todo lo que somos y tenemos. 

Hoy ya no se puede hablar de guerras, puesto que no se dan en el campo de batalla frente a frente con espadas, ahora es ocultos, con bombas, incluso gases, como verdaderos criminales, ya no se puede hablar de personas, ahora tendríamos que hablar de "algo" inhumano, monstruoso. Que no respeta nada ni a nadie. No hay valores ni honor, ni vergüenza, ni corazones, sólo cobardes portando lo peor de los residuos, zombis drogados, mercenarios fanáticos, así está formado el bando de la oscuridad al servicio de los intereses de aquellos que los financian.

La Humanidad somos parte de una Unidad, ya es hora de que vaya venciendo la conciencia de estas verdades, y la capacidad de nuestra Inteligencia para encontrar con Amor modos más sanos de relacionarnos como la Unidad que somos. Las fuerzas sanadoras de la Luz deben crecer y ser más potentes.

Estamos enfermos a tal punto que la humanidad ha llegado a manifestaciones cancerígenas y de locura que pueden destruir nuestra civilización, como ya ha ocurrido otras veces en nuestra larga Historia. Todo dependerá de lo que se imponga, para vencer a la oscuridad que amenaza destruirnos hacen falta Voluntad, Inteligencia y Amor puestos en juego constantemente. No hacer el juego al Gran Engaño que está llevando a la Humanidad al borde del abismo y a la miseria moral y física como consecuencia. 

"En la lucha...entre la luz y la oscuridad, 
las almas se decantan de un lado u otro, vida tras vida, 
según lo que eligen y actúa como motor de sus obras"
D.V.

Nefertum- 2017 Abril-