martes, 10 de marzo de 2020

La Gran Diosa


«Historia de la civilización occidental» era una asignatura obligatoria del primer curso de carrera, como solía ocurrir en la mayoría de facultades y universidades de letras liberales. Me enseñaron, por consiguiente, que la civilización arrancó con los griegos, y que Atenas era la cuna de la democracia. No fue hasta que 36 leí When God Was a Woman, de Merlin Stone, que empecé a comprender que la historia la escriben (o la distorsionan y la niegan) los vencedores. En la introducción de su libro la escritora se plantea lo siguiente: « ¿Por qué tanta gente que ha sido educada en este siglo piensa en la Grecia clásica como en la primera gran cultura, si la lengua escrita ya se utilizaba y se habían construido grandes ciudades por lo menos veinticinco siglos antes? Hay todavía otra cuestión más importante: ¿por qué se infiere siempre que la época de las religiones "paganas", la era del culto a las deidades femeninas (si es que esa información llega a mencionarse), fue oscura y caótica, misteriosa y malvada, carente de la luz del orden y la razón que supuestamente acompañaba a las religiones masculinas posteriores, cuando se ha confirmado a raíz de diversos descubrimientos arqueológicos que las primeras leyes, los gobiernos, la medicina, la agricultura, la arquitectura, la metalurgia, los vehículos con ruedas, la cerámica, los tejidos y las lenguas escritas se desarrollaron por primera vez en sociedades que dedicaban su culto a una diosa?».4 En The Civilization of the Goddess, Marija Gimbutas documenta la existencia y destrucción de la cultura de la diosa en lo que ella describe como «la antigua Europa», la primera civilización europea que precedió a la consolidación del patriarcado. Se remonta a cinco mil años de antigüedad, tal vez incluso a veinticinco mil. De la antigua Creta a la Irlanda celta, el culto a la diosa era universal. Los restos arqueológicos hallados en diversos enclaves muy antiguos muestran que se trataba de una sociedad igualitaria y no estratificada que fue destruida por la infiltración de pueblos invasores indoeuropeos, jinetes seminómadas procedentes de los lejanos norte y este. Estos invasores centraban su cultura en el patriarcado, eran itinerantes y belicosos, y su ideología se inspiraba en el cielo. La Gran Diosa era trina: doncella, madre y anciana. Inmortal y eterna, encarnaba todos y cada uno de los aspectos de lo femenino. Era muchas personas en una sola. Era la Gran Diosa y poseía una infinidad de nombres. Era venerada como la fuerza vital femenina; toda vida provenía de su cuerpo y volvía a ella. Era una encarnación de la naturaleza, como creadora, sustentadora y destructora de vida. Era como la luna con sus ciclos, y como la tierra con sus estaciones. Todas las criaturas vivientes eran sus hijos, lo cual significaba que toda la vida compartía algo de su divina esencia. Las mujeres eran a imagen de la diosa, puesto que ellas también traían al mundo vidas nuevas a través de sus cuerpos y podían mantener esa vida con la leche de sus pechos. Se valoraba la tierra fértil y la fertilidad de las mujeres. La sexualidad era un instinto natural y un placer. La sociedad se constituía por línea materna y se centraba en el matriarcado, puesto que todos conocían la identidad de la madre y los hermanos, aunque no necesariamente (y no con total seguridad) la identidad del padre.


Las Diosas de la Mujer Madura- Jean Shinoda Bolen- fragmento