En un mundo donde
campea a sus anchas la injusticia y la mentira. Y los poderosos sólo piensan en serlo
más, para asegurar su poder sobre los demás. En este mundo que ha creado la ignorancia,
la ambición, la corrupción, donde la
gente sencilla, honrada, apenas sobrevive o mal vive. Otros se unen al robo descarado, sin ética, donde todo vale y se justifica. ¿Qué podemos hacer para
vivir mejor? Encarcelado como está el hombre en un sistema materialista, de
consumo y explotación, que marca el rumbo a
seguir por la mayoría, sin otro norte que el enriquecimiento de algunos y la supervivencia de tantos, que requiere la
locura de vivir para consumir como verdaderos depredadores de la naturaleza,
¿qué creamos de útil, qué dejamos para las generaciones futuras? Contaminación, desconcierto, corrupción, miedo, violencia, pobreza a todo nivel.
Aprender a salir de
esta "prisión" es fundamental para poder llegar a vivir como seres humanos. Esto
necesita comenzar por salir de la ignorancia que nos ciega, cuyo padre es el
materialismo ateo en el que nos hemos formado y endoculturado. Abrir los ojos y
los oídos a otras realidades, como diría el “divino Platón”. Esforzarse por
liberarse de las “cadenas” que nos
retienen en este estado de mentiras e ilusión. Comenzar a emplear más
tiempo y energía, en conocernos, conocer lo enigmas de la Vida. Extraer
de la historia, tesoros, lecciones, experiencias, sabiduría. Unir nuestras
fuerzas a otras benéficas que trabajen para “dejar el mundo un poco mejor de
cómo está”. Pues ante todo, debemos recordar que el mundo será mejor, en la misma medida en
que cada uno sea mejor. Lo que nos recuerda aquella especial recomendación
de los maestros de todos los tiempos: “Conócete a ti mismo y conocerás el
Universo y a los Dioses”. Hay que ir a las raíces, a las causas del mal para extirparlas,
de modo que la luz crezca en nuestro interior y en el exterior.
De ahí devendrá un
verdadero humanismo que impregnará nuestra convivencia, llevándonos hacia la
Concordia, sueño de todo hombre de bien. El hombre se sentirá hermano
de todos los hombres y seres de la Creación. Porque habrá descubierto que todo
está vivo y tiene el mismo origen y el mismo fin. Que nuestro destino es el
mismo y nuestra naturaleza esencial también. Aprenderá de la naturaleza a crear
en la sociedad un ecosistema, una unidad interrelacionada, como un cuerpo sano,
donde todos se complementan, sintiéndose útiles con su aportación a la evolución de la humanidad y en progresivo crecimiento a través de la educación. Aprenderemos a utilizar y
desarrollar nuestras potencias latentes, nuestro tiempo, nuestra energía, al
Servicio del bien común de aquel que a todos nos servirá para vivir en paz,
crecer y evolucionar como seres humanos, que deje a nuestros descendientes las vías
abiertas para un mundo cada vez más justo, más bello, más bueno.
No desaparecerá la
desgracia y la miseria de nuestras ciudades, mientras los políticos no sean lo
más capacitados para gobernar, los mejores ciudadanos, los más preparados para
el ejercicio de esta ciencia y arte, de la que depende la plasmación y el
acercamiento, por parte de todos, a la Justicia. Hoy, desgraciadamente, están al servicio de intereses partidistas
egoístas, de unas clases o sectores de la sociedad en lucha con otras, para
detentar el poder e imponer sutilmente sus creencias y favorecer sus intereses.
Una sociedad es
mejor que otra no porque sus hombres tengan más máquinas en su casa o puedan
consumir más. Sino porque sus hombres sean más humanos, más buenos y justos. Con
estos “reales bienes” podríamos gestar una sociedad mejor, si fueran ellos los
rectores de nuestras vidas y conductas. Pero hoy, las conciencias están
embotadas, dormidas y la sociedad de consumo, que se mantiene del consumo y
producción, las embota cada día más, porque solo se vive para satisfacer al
cuerpo físico, convertido en dueño y señor de la persona. Pero el ser humano,
es mucho más que eso, y necesita educación, desarrollo de todo su ser, para
alcanzar la verdadera salud, que es plena autorrealización, como diría el gran
psicólogo Maslow, ya que “una sociedad enferma sólo puede generar personas enfermas”.
Nos hemos
concentrado en la posesión de objetos materiales como meta de la felicidad. A
este nuevo Minotauro rendimos nuestra vida y entregamos nuestra energía-tiempo.
Pero si estamos atentos, nos enseña todos los días que vivir para él es vivir
en esclavitud, zozobra y angustia constante. Porque aquí sólo existe el cambio
y la muerte. Vamos tras una ilusión de felicidad que nos mantiene atados con
sus cadenas de dependencia e insatisfacción.
Sí, hay que
utilizar con respeto la materia como apoyo, pero no deberíamos olvidar como nos
recordaba Platón que nuestras alas pueden crecer en la medida en que liberemos
a nuestra alma prisionera de su cárcel de materia. Que nuestro destino es
“volar”, marchar hacia otros parajes, tarde o temprano. Que estamos de paso,
como enseñaban los egipcios. Y que la vida es sólo un tránsito, de una orilla a
otra, llena de pruebas, trabajos, y enseñanzas a recoger, para irnos
purificando, despertando nuestra conciencia en nuestro regreso o peregrinación...
La amnesia que
produce el materialismo en el alma, es tal, que el hombre ha olvidado hace
mucho tiempo en la historia, su identidad, su origen, su fin, ¿quién es, de dónde
viene y adónde va? Cuando esto es lo fundamental para realizar con eficacia la
travesía de la vida. Estamos varados en aguas fétidas y podridas con hedor a
muerte. Nos han hecho olvidar los “amos de la caverna”, con una programación
interesada, lo trascendental de este pasaje, inculcando cada día a través de los medios todo lo contrario a lo que nos haría evolucionar haca la verdadera libertad que sólo se puede obtener con la práctica de valores éticos. Toda nuestra vida gira,
alrededor de grandes y pequeñas mentiras, de ilusiones de papel, que sostienen
en pie este mundo gris, opaco, sucio, injusto, inhumano.
Mientras el Sol
brilla para todos con plena generosidad, el cielo muestra su divino azul, el
río de la vida corre, hay barcas que bogan hacia la eternidad y otras que
destrozadas por el vendaval van a la deriva entre lamentos y desesperación. Hay
hombres también que de su propia madera han construido “barcas insumergibles”
en su alma, y reman felices al sentir la libertad de saber y comprender,
quienes son, de donde vienen y adónde van. Hay que seguir
bogando en la tormenta de este mundo viejo, cruzando el tiempo y el espacio, acercándonos un poco más al centro, al Misterio,
a nuestro Ser verdadero, fuera de la "caverna". Gestando a nuestro paso, con nuestro ejemplo y obras, un Mundo Mejor para todos. Como hace la VIDA de la que formamos parte. Sin perder la esperanza ni el objetivo.
D.Villegas-Nefertum
Gijon-13/12/1999
fragmento de LA ODISEA DEL ALMA II
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