sábado, 2 de julio de 2022

Carta sobre la antigüedad y circunstancias de la Masonería actual

 A este propósito copiaremos la carta que nos envió el conspicuo masón Carlos Sotheran126 y dice así:

Nueva York, 11 de Enero de 1877. En respuesta a su carta, tengo mucho gusto en proporcionarle los datos que desea respecto a la antigüedad y circunstancias de la masonería actual. Mi placer es mayor al considerar que puesto que pertenece V. a las mismas sociedades secretas, puede mejor apreciar la necesidad de mantenerme reservado en algunos puntos. Con mucha razón dice V. que la masonería, como las fracasadas religiones del día, tiene un pasado fabuloso. No es extraño que la Orden haya visto estorbadas sus civilizadoras funciones con menoscabo de su utilidad, por efecto de los muchos obstáculos que se le han puesto y el cúmulo de absurdas leyendas bíblicas entremezcladas con su historia. Afortunadamente, el movimiento antimasónico promovido en los Estados Unidos en este mismo siglo, despertó en gran número de investigadores el deseo de indagar el verdadero origen de la Confraternidad masónica, determinando con ello una favorable reacción. El movimiento de América se propagó a Europa, y en ambos continentes salieron a la defensa de la Orden masones tan conspicuos como Rebold, Findel, Hyneman, Mitchell, Mackenzie, Hughan, Yarker y otros, cuyas obras son hoy día valiosos documentos históricos, de suerte que las enseñanzas, jurisprudencia y ritual de la masonería no son ya un secreto para los profanos cuyo buen criterio les permita comprenderlas tal como están expuestas.

 Acertadamente dice V. que la Biblia es la mayor luz de las masonerías europea y americana, pues la cosmogonía bíblica y el concepto teístico de Dios son sus piedras angulares. También parece que su cronología está basada en la de la revelación, y así afirma el doctor Dalcho que la masonería es coetánea de la creación del mundo. No es maravilla, pues, que tal o cual pundit asegure que Dios fué el primer Gran maestre y Adán el segundo, quien inició a Eva en el gran misterio, como después lo fueron las sacerdotisas de Cibeles y las señoras Kadosh. Otra autoridad masónica, el reverendo doctor Oliver, relata con toda seriedad los pormenores de una logia cuyo gran maestre era Moisés y su gran diputado era Josué, y Aholiab y Bezaleel los grandes guardianes. 

Como dice V. muy bien, en los misterios masónicos desempeña importante papel el templo de Salomón, que según han demostrado los arqueólogos modernos, no es ni de mucho tan antiguo como se supone y cuyo nombre denota su místico carácter, pues Salomón es palabra formada de Sol–Om–On, nombres del sol en tres distintos idiomas. Esta y otras fábulas, como la colonización masónica del Egipto antiguo, han atribuido a la Orden un origen que en realidad no tiene, pues las mitologías griega y romana resultarían insignificantes en comparación de cuarenta siglos de historia legendaria. Las hipótesis egipcia, caldea y otras de que se valieron los inventores de “grados elevados”, han tenido su corto período de preeminencia. La última “hacha por afilar” ha sido consecutivamente la fecunda madre de la esterilidad. 

Ambos estamos de acuerdo en que el antiguo sacerdocio tuvo doctrinas esotéricas y ceremonias secretas. De la hermandad de los esenios, derivada de los gimnósofos indoístas, procedieron sin duda alguna las sodalias de Grecia y Roma, según las describen los autores paganos. De ellas copiaron ritos, consignas, señas, etc., las comunidades medioevales, pues así como las actuales asociaciones obreras de Londres son hijuelas de los antiguos gremios, así también los masones operativos eran trabajadores con más elevadas pretensiones. La palabra masón deriva etimológicamente de la francesa maçon (albañil), que a su vez procede de la: raíz normanda mas que significa casa. Y de la propia suerte que las citadas asociaciones londinenses concedían de cuando en cuando el título de socio libre a los extraños, también hicieron lo mismo los gremios de masones, como sucedió con Elías Ashmole, fundador del Museo Ashmoleano, que fué recibido en la comunidad de Warrington el 16 de Octubre de 1646. El ingreso de estos masones libres en la Hermandad operativa prepararon el camino para la gran revolución masónica de 1717, de que nació la masonería especulativa. El falso masón Anderson redactó las Constituciones de 1723 y 1738 para el régimen de la primera “Gran Logia de masones libres y aceptados de Inglaterra”, de donde las han copiado todas las logias del mundo. Para cohonestar Anderson el amaño de estas Constituciones, tuvo la audacia de afirmar que los reformadores de 1717 habían destruido todos los documentos relativos a la masonería inglesa; pero afortunadamente, Rebold, Hughan y otros publicistas encontraron en el Museo Británico, la Biblioteca Bodleiana y otros establecimientos de pública erudición, datos bastantes acerca de los masones operativos para rebatir lo dicho por Anderson. 

Opino que los mismos autores han demostrado también concluyentemente la apocricidad de la Constitución de Colonia de 1535 y de las cuestiones que se suponen entresacadas por el anticuario Leylande de un manuscrito de Enrique VI de Inglaterra, en las que se atribuye a Pitágoras la fundación de una logia en Crotona a la que se afiliaron muchos masones, de los cuales pasaron algunos a Francia donde hicieron muchos prosélitos que con el tiempo difundieron la institución por Inglaterra. Al arquitecto constructor de la catedral de San Pablo en Londres, Cristóbal Wren, se le llamó “Gran Maestre de los masones libres”, pero fué tan sólo el Maestre o presidente de la corporación de los masones operativos de Londres. Si respecto a las Grandes Logias que actualmente tienen a su cargo los tres primeros grados simbólicos, se han urdido tantas y tan groseras fábulas, no es extraño que haya ocurrido lo mismo con los grados superiores de la masonería, con mucho acierto tenidos por incongruente mezcolanza de principios contradictorios. 

Por otra parte, resulta muy curioso que la mayoría de las corporaciones masónicas en que intervienen los grados superiores, como el “Rito escocés antiguo y aceptado”, el “Rito de Aviñón”, la “Orden del Temple”, el “Rito de Fessler”, el “Gran Consejo de los Emperadores de Oriente y Occidente”, los “Soberanos Príncipes masones”, etc., etc., sean la progenie de Loyola. El barón Hundt, el caballero Ramsay, Tschudy, Zinnendorf y otros instructores de grados en estos ritos, obraban según instrucciones recibidas del general de los jesuítas, y tuvieron por nido incubador el “Colegio de jesuítas de Clermont”, en París, a cuya influencia estaban más o menos sujetos todos los ritos masónicos.

El “Rito escocés antiguo y aceptado”, hijo bastardo de la masonería al que no reconocen las logias azules, fué invención del jesuítico caballero Ramsay, quien lo estableció en Inglaterra por los años de 1736 a 1738 con propósito de laborar por la causa de los Estuardos. A fines del siglo XVIII, unos cuantos masones aventureros reorganizaron el rito en la actual serie de treinta y tres grados, en Charleston (Carolina del Sur). Dos de estos aventureros, el sastre Pirlet y el maestro de baile Lacorne, fueron los precursores de un nuevo reorganizador llamado Gourgas, oficial de un buque mercante que viajaba entre Nueva York y Liverpool. 

El médico Crucefix, apodado Goss y sedicente inventor de algunos medicamentos de índole sospechosa, introdujo en Inglaterra esta reforma masónica sin otra autoridad que un documento que decían firmado en Berlín por Federico el Grande el I.º de Mayo 1786 para revisar la Constitución de los grados superiores del rito antiguo y aceptado. Sin embargo, las Grandes Logias de los Tres Globos de Berlín demostraron concluyentemente la falsedad de dicho documento, con cuyo apoyo se dice que el Rito antiguo y aceptado defraudó a los confiados hermanos de América y Europa miles de dólares, para vergüenza de la humanidad

Los modernos templarios a que se refiere V. en su carta, son sencillamente grajos engalanados con plumas de pavo real, que tratan de cristianizar a la masonería, pues admiten en su seno, sin distinción de nacionalidad ni fe religiosa, a todo el que crea en un Dios personal y en la inmortalidad del alma. Según la mayoría de los masones judíos, los templarios son idénticos a los jesuitas. 

Extraño parece que cuando va debilitándose la creencia en un Dios personal, cuando la misma teología admite la imposibilidad de definir la idea de Dios, haya quienes intercepten y embaracen el camino para llegar a la general aceptación del sublime panteísmo de los antiguos filósofos de Oriente, renovado por Jacobo Boehme y Spinoza. En las logias de esta y otras jurisdicciones se loa frecuentemente al Padre, Hijo y Espíritu Santo con disgusto de los masones judíos y librepensadores, que de este modo ven ofendidas sus particulares creencias. No sucede así en la India, donde la luz de una logia es indistintamente el Korán, el Zendavesta o los Vedas. Es preciso, por lo tanto, eliminar de la masonería el sectarismo cristiano, pues hay actualmente en Alemania logias que niegan la iniciación a los judíos no alemanes; pero los masones franceses se han sublevado contra esta tiranía, y el Gran Oriente de Francia admite aún a los ateos y materialistas, por lo que los demás Orientes repudian a los masones franceses, dando con ello prueba elocuente contra la supuesta universalidad de la masonería. 

Mas, a pesar de sus muchas culpas (pues la masonería especulativa es falible como toda obra humana), no hay institución que haya realizado y esté dispuesta a realizar tantos esfuerzos en favor del progreso político y religioso de la humanidad. En el siglo pasado los iluminados predicaron por toda Europa “paz a la choza y guerra al palacio”. También en el pasado siglo lograron los Estados Unidos su independencia gracias al auxilio de las sociedades secretas, más eficaz de lo que se cree generalmente, pues masones fueron Washington, Lafayette, Franklin, Jefferson y Hamilton. En el siglo XIX, el general Garibaldi, masón del grado 33, fué el brazo ejecutor de la unidad de Italia, proclamada desde años antes por el también masón José Mazzini con arreglo a los masónicos o mas bien carbonarios principios de libertad, igualdad, fraternidad, independencia y unidad. 

La masonería especulativa tiene aún muchas tareas que realizar, y una de ellas es la de admitir a la mujer como colaboradora del hombre en las actuaciones de la vida, según han hecho recientemente los masones húngaros al iniciar a la condesa Haideck. Otra importante tarea es el reconocimiento práctico de la fraternidad humana, de modo que la nacionalidad, el color, creencia y posición social no sean obstáculos para el ingreso en la masonería. El negro no ha de ser tan sólo teóricamente el hermano del blanco, pues los masones de raza negra no son admitidos en las logias norteamericanas. Es preciso persuadir a la América del Sur a que participe en los deberes de la humanidad.

Si la masonería ha de ser, como se pretende, una escuela de ciencia progresiva y de religión progresiva, debe ir siempre a la vanguardia y nunca a retaguardia de la civilización. Pero si ha de contraerse a esfuerzos empíricos, a meras tentativas para resolver los más arduos problemas de la humanidad, debe ceder el puesto a quienes ventajosamente puedan sucederla, y entre ellos a uno a quien V. y yo conocemos, que en los días de sus esplendorosos triunfos inspiró tal vez a los dignatarios de la Orden, corno a Sócrates le inspiraba su daimonion. 

De V. sincero amigo, Carlos Sotheran


H. P. BLAVATSKY Isis Sin Velo Tomo IV -60 pag. fragmento

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