El castaño no sabe que se llama castaño;
más al aproximarse la madurez del año,
nos da su noble fruto de perfume otoñal;
y Canopo no sabe que Canopo se llama;
pero su orbe coloso nos envía su llama,
y es de los universos el eje sideral.
Nadie mira la rosa que nació en el desierto;
más ella, ufana, erguida, muestra el cáliz abierto,
cual si mandara un ósculo perenne a la extensión.
Nadie sembró la espiga del borde del camino,
ni nadie la recoge; más ella, con divino
silencio, dará granos al hambriento gorrión.
¡Cuántos versos, ¡oh, cuántos!, Pensé que nunca he escrito,
llenos de ansias celestes y de amor infinito,
que carecen de nombre, que ninguno leerá;
pero que, como el árbol, la espiga, el sol, la rosa,
cumplieron ya, prestando su expresión armoniosa
a la INEFABLE ESENCIA, que es, ha sido y será!
AMADO NERVO
AMADO NERVO
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