jueves, 2 de febrero de 2017

El Progreso Interminable-Mitos del Siglo XX

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"La Felicidad no consiste en tener más, 
sino en aprovechar y conformarse con lo que se tiene"
Máxima Estoicos

El término deriva del latín "progressus", que significa simplemente, la acción de ir hacia adelante. Es mera ilusión de los sentidos, beodos de esperanza, el suponer que todo avance es sinónimo de mejoramiento, felicidad y dicha.

La progresión aritmética de 1,2,3,4, etc. no señala que 2 sea mejor que 1. Si humanizamos el proceso es evidente que todo dependerá de la cualidad y no del número, pues sólo un necio ha de preferir que les den 2 palazos y no uno. Y también necio sería quien pudiendo recibir dos beneficios prefiriese uno, si la naturaleza de los dos es semejante.

De la observación filosófica de la Naturaleza deducimos razonablemente que el progreso debe ser armónico, global, ecológico, si pretendemos que sea realmente positivo. Y también inteligente, pues quien marchase siempre en línea recta hacia una pared, sin preocuparse de ver primero dónde está la puerta, se rompería las narices sin lograr continuar su avance. La detención -y aún el volver sobre nuestros mismos pasos- si está dictada por la sabiduría, nos proporcionará más perfección que el avanzar a ciegas, pues la vida es una suerte de laberinto en donde vale más la precaución que la pasión. El mito de Teseo y el hilo de Ariadna es un ejemplo milenario, pero aún válido.

El análisis psicológico de la Historia, parte suficientemente conocida del pasado humano, nos muestra una lucha, más o menos expuesta de dos tendencias igualmente funestas: la una, que teme todo lo nuevo y hace germinar un espeso bosque de inmovilismos de tipo pseudo-religioso o supersticioso; la otra que convierte en marcha lo que los filósofos del Existencialismo llamaron "huida hacia adelante".

Ambas son expresiones de la ignorancia, y de la ignorancia nace el miedo y todas las desgracias del Hombre, como afirmasen hace 2.500 años las enseñanzas de Siddarta Gautama, el Buda.

La inseguridad hace marchar al hombre y la inseguridad le hace detenerse. De estas dos opciones, es interesante analizar la psicología del Medioevo en la llamada "Cuenca del Mediterráneo", cuna de nuestra Civilización Occidental.

Tras el derrumbe del mundo clásico que encarnaba el Imperio Romano, su mismos destructores o cómplices en ello, elaboraron un complejo de culpa que les hizo vivir presintiendo un fin del mundo, un juicio final que consideraban inminente. Por paradógico que parezca y sea, este terror al futuro y a la vez lanzarse hacia él como un acto de suicidio colectivo por no poder soportar la expectativa, pone en conflicto la energía con la materia. El Medioevo nos presenta el pavoroso espectáculo de las más altas espiritualidades conjugadas con los materialismos que se hacen metafísicos en la creencia de la resurrección de la carne.

Pero por otra senda que la de los intelectualismos, siempre utópicos, la corriente de la vida se manifiesta. Se re-inventa y se re-descubre. Hoy sabemos que las herraduras de las caballerías no nacieron en el año 1.000 sino que los romanos ya las empleaban, incluso extra pesadas para afirmar los caminos nuevos, y que fenicios y vikingos llegaron a América muchos antes de Colón. Pero éstos y muchos otros re-descubrimientos aguzan las inventivas, y el justamente llamado "Renacimiento" expresa en su propia denominación todo un fenómeno de reconversión, no sólo material, sino psicológico, mental y espiritual.

Mas el progreso ya no es armónico como en el mundo clásico. Nace el mito de la necesidad del progreso permanente. Y las justas proporciones se dejan atrás en la búsqueda insaciable de una felicidad extrapolada de todo encuadre cronológico y natural.

El individuo es empujado por su circunstancia cada vez más rápidamente y se convierte en multitud. Prima el número sobre la calidad y la rapidez de la marcha sobre la orientación de la misma.

Las máquinas y las nuevas fuentes de energía extra-humanas reemplazan primero las manos del artesano, luego sus brazos y piernas, después su cuerpo todo y rebasa hacia la materialización de lo metafísico.

Los cantos de sirena del confort, de la comodidad, de la inestabilidad, crean la ilusión del progreso. Y cuando éste no nace del trabajo, se fuerza la naturaleza y nace la barbarie del despojo. Pero ya no es el despojo controlado y vitalmente necesario de la vieja horda, sino el más refinado, sutil y peligroso de la explotación de los recursos naturales y humanos sin prever el precio que ha de pagarse por ello. El hombre se vuelve arrogante, prepotente y paulatinamente va escapando de la realidad, de lo justo, lo bueno y lo bello.

Así desembocamos en este siglo XX

Como domados monstruos prehistóricos de incalculable fuerza, las máquinas hacen que el hombre se eleve por los aires, destruya con una mano lo que mil manos hicieron. reniegue de su pasado y se lance al futuro en su salto a la vez glorioso y traumático.

El Hombre-humano se convierte en un monstruoso superhombre hiper dimensionado. Todos los moldes se rompen sin tener aún otros nuevos que los reemplacen eficazmente, pues el Mito del Progreso Interminable ha nacido.

La multitud lanza sus tentáculos hacia adelante y en nombre de la libertad se esclaviza más y más. Para que dos hombres lleguen a la Luna se sumergen millones en el subdesarrollo, la miseria y la infelicidad. Y aun los que llegaron a la Luna tampoco son felices, pues el hombre confundió la potenciación de sus medios con la potenciación de sí mismo.

Mira despectivamente hacia atrás y dice: "Ved, hace 2.000 años un hombre no podía recorrer en una hora más de 30 km. y yo recorro 30.000". Pero no percibe que el auriga de una biga romana no era inferior al actual astronauta. Lo que realmente era inferior era un vehículo, no el hombre.

Ante los genocidios y los holocaustos, ante la explotación y la contaminación  suicida, no podemos afirmar que el hombre actual sea superior al de hace 2.000 años. Más bien parece el mismo, pero más desconcertado y espiritualmente más pobre al depender cada vez más de la materia que cree gobernar, pero que, en cambio, lo está aplastando.

Se ha progresado mucho...pero tan sólo en lo formal, en lo ilusorio y ni esa ilusión puede impedir que, en el momento en que escribo, existan 2.000 millones de seres humanos viviendo en un estado de miseria física y moral que hace empalidecer todo lo que de la Historia podemos extraer. Jamás hubo tantos pobres, tantos hambrientos, tantos privados de pan, trabajo y libertad. Y éstos son más y más cada día. Y los que gozan de grandes beneficios materiales son cada vez menos, y los que tienen paz en sus almas casi se han extinguido.



¡Correr, correr, correr! ¿Hacia dónde?... ¡Qué importa!

El ídolo sangriento del Progreso interminable así lo exige. Hemos inventado un dios loco y debemos mantener su culto. Alimentarlo constantemente.

Hace sólo 50 años se creía que en el siglo XXI no habría guerras, ni más pobres, ni más oprimidos. Hoy enfrentamos la terrible realidad de un mundo encharcado en la sangre y en el lodo.

Mientras que a cientos de kilómetros de altura vuelan misteriosos artefactos portadores de la muerte potencial de toda la vida planetaria, construidos en base a la explotación de los nuevos esclavos, llueven sobre nuestras cabezas pájaros muertos y flotan en nuestros pútridos ríos los cadáveres de los peces. Los suicidios infantiles son cada vez más. Las drogas corrompen nuestra juventud y la pornografía a las personas maduras. El juego, la forma más vil de explotación, está legalizado pues los administradores -pues gobernantes no se les puede llamar- necesitan más y más dinero y energía para mantener el Mito. La Gran Mentira.

La célula fundamental de la Sociedad, la familia, se deshace. Las Naciones se convierten en meros territorios. Las banderas son trapos de cada vez más variados colores. Los templos se llenan de ateos, pues la idolatría del Progreso Indefinido no admite competencias. El que pretende detenerse a meditar es aplastado por el rebaño loco; el que reflexiona y filosofa es escupido y se le acusa de abominaciones.

Urge detener la huida hacia adelante antes de que los mecanismos de seguridad de la Naturaleza borren de un manotazo la presente civilización. Viejos libros nos dicen que eso ya sucedió con otras civilizaciones que se equivocaron, cuyos erráticos hijos, mutados en homínidos; dieron comienzo a otro doloroso ciclo de "Edades de Piedra" que pudieron haber sido evitados pues el Gran Misterio ha puesto en nuestras almas la chispa del discernimiento, de ese discernimiento que hoy, casi destruido, yace bajo las patas de la Gran Bestia, la creación diabólica que se ha materializado en este siglo XX bajo la forma del Mito del Progreso interminable.

¿Aún estamos a tiempo de romper el encantamiento, la pérfida brujería?

Contéstate a ti mismo, lector... Y si una voz interior te dice que sí, no está todo perdido y puedes gritar al Horizonte de la Historia: ¡Soy un Hombre, Dios existe!

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Autor: Jorge A. Livraga Rizzi- 1985
Cruz de París en Artes , Ciencias y Letras

1 comentario:

Anónimo dijo...

A 37 años de presentado este articulo detallado del supuesto "progreso interminable", verificamos lo ilusorio de dicho progreso y lo que si no se acaba es el derrumbe de la actual forma de vida?...se le agrego una plandemia fabricada (de laboratorio, similar a una gripe) que nos obligo a encerrarnos, a tapar la boca y a vac... con quimicos no aprobados de forma compulsiva, se llenaron los bolsillos de $$$$ y fundieron a la gente....y ahora mismo se amenaza con una guerra tambien promovida por los medios y fogoneada por el pte.Baiden sera tal vez este el progreso al que vamos???

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