viernes, 20 de abril de 2018

El Mito de la Democracia

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La Humanidad comprendida por las formas de cultura occidental, creyó durante seis o siete siglos que toda intelectualidad, todo refinamiento de costumbres se había hundido con el Imperio romano de Occidente, y que la moralidad, los sentimientos religiosos y altruistas, sólo podían florecer en países en los cuales las artes bellas, los conocimientos científicos y las elucubraciones filosóficas y políticas estuviesen sujetas al clero cristiano. De tal suerte, se firmaba que la Tierra era plana y que ocupaba el centro del universo, siguiéndose así las enseñanzas de San Agustín. Los reyes se suponían por mandato de Dios, pues las iglesias los coronaban y reconocían como tales, etc.

Pero vienen las Cruzadas y los viajes, y los contactos con los mundos culturales árabes y de extremo oriente, demuestran de qué manera se había vivido engañado, y cómo pequeñas minorías fanáticas, controlando los libros y las casas de estudio, manejando reyes y agremiaciones, habían torcido la verdad en propio beneficio y para poder sobrevivir con autoridad solapada y artificial.

Entonces se supo que la Tierra, tal como afirmaban los filósofos griegos y alejandrinos, era esférica y que no ocupaba el centro del sistema solar. Ya no fue pecado investigar, estudiar, leer la biblia y otros libros en los idiomas comunes. Se comprendió que los reyes no siempre eran impuestos por Dios, sino por la fuerza de las armas y de la ignorancia, y que los principados feudales, con miles de súbditos-esclavos, no era la mejor de las formas de gobierno.

Todo esto se vió en el transcurso de varios siglos pero, por fin, se vió.

Así como hay mitos y parábolas que sirven para iluminar las conciencias, hay otras que se utilizan con fines contrarios. El mito de la Democracia es uno de ellos.

Desde el punto de vista histórico, se hace creer a través de autores cómodos en sus prerrogativas, que la Democracia nació en Grecia y que la cumbre de su evolución política, cantada y loada por sus más poderosos intelectos. Esto es falso. La palabra "Democracia" es de origen griego, y significa el gobierno del pueblo, pero ¿qué entendían por "pueblo" los griegos?
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El Demos griego era una pequeña fracción culta del conjunto, eran los "ciudadanos", o sea, literalmente los habitantes de las ciudades. Esto, excluía a numerosas mayorías incultas. Y aun esta forma tan "moderada" de "Democracia" constituyó una maldición para Atenas, su ejecutora circunstancial, y la llevó a su destrucción en manos de los tiranos, las anarquías y las guerras civiles.

Platón, Aristóteles y la totalidad de los grandes pensadores clásicos, expusieron la Democracia y la Tiranía como las dos formas peores de gobiernos, y aun las consideraron inseparables, como dos caras de una misma medalla. Ambas son, en la práctica, la explotación del hombre por el hombre, la tiranía de uno o de muchos.

En la actualidad, las llamadas Democracias no son más que inmensas cavernas psicológicas, rellenas de esclavos que hablan y discuten sobre las engañosas sombras que sus amos les muestran para entretenerlos. Así, las multitudes, sangrantes por sus heridas, llagadas de tanto trabajar para sus ocultos amos, deberían envidiar al buen buey que cuando se lastimaba, lo hacían dejar de trabajar y lo curaban.


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Toda dignidad humana se ha perdido. Las inmensas máquinas de propaganda, como espantosos látigos onmipresentes y todopoderosos fustigan diariamente a millones, arrinconan a los pueblos, hacen mendigar a los ancianos, bajo aparentes jubilaciones, engañan a la mujer fingiendo que la liberan de servidumbre del hogar y la hacen sirvienta de miles, achatan las cabezas de los niños con deformadores educacionales que los llenan de odios y palabras vacías, fuerzan a trabajar en brutal competencia a los hombres sin decirles siquiera para qué.

El cinematógrafo, la televisión, la prensa son las colas de sus fenomenales látigos. Una pequeña camarilla maneja las grandes cadenas de difusión que, como los portadores del mito platónico, muestran al pueblo, lo que conviene a los escondidos. El pueblo que, encadenado por su impotencia, no puede ver otra cosa, comenta y discute sobre lo que ve, que es lo que se le muestra. Con diabólica habilidad se la hace creer que es libre, y como prueba se le invita a elegir, de entre sus mismos componentes, quien mejor les explique esas sombras. Entonces, los justamente llamados "idiotas útiles" aplauden, y la función teatral recomienza. El orden y las características de los engaños y ecos, pre-eligen a un capataz de los esclavos sentado entre ellos, o a un auténtico encadenado lo suficientemente ingenuo o torpe.

Luego viene la farsa de la asunción del mando, y todo sigue como antes. Los gobiernos pasan, la ignorancia, el hambre, el frío, la desesperación de no saber para qué se vive, quedan.

Con tal excusa de defender la democracia, todos los abusos están permitidos.

Los dos bloques de Oriente y Occidente. de izquierda o derechas, no se cansan de  alabar a la Democracia, y "Democracia" es el nuevo credo que quema en sus hogueras a todo libre pensador, a todo buscador de lo cierto y de lo bello.


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Es que el pueblo, abandonado a sus enfermedades, ya no tiene un gobierno-médico. El Estado, o lo que pretende ser un Estado, le pide todo, pero no le da nada.

¿Votaron las masas de Galilea y eligieron a Jesús para que las redimiera, o El se les impuso por su Naturaleza superior, por su pureza y sabiduría? Además, votaron los árabes a Mahoma, los judíos a Jesús, los budistas a Gautama? Fue Einstein elegido científico por opinión popular? Fue Becquer elegido en el puesto de poeta o Beethoven en el de músico?

No. La Democracia no existe ni puede existir dentro de la civilización, es un "cuco" para que los niños se porten bien y obedezcan cuando se les manda dormir o callar.

Platón tiene, también, una comparación. dice que si un grupo de personas, circunstan cialmente, tuviese que tripular una nave, aunque inexpertos y atemorizados eligiesen a uno de ellos para que hiciese de capitán, al no ser éste más erudito en cosas del mar que el resto, y si para colmo de males se disputasen y aferrasen varios capitanes sucesivos al timón, la embarcación naufragaría y se ahogarían todos.

Es notable la fuerza de un hito, casi increíble el ver cómo puede oscurecer la mente de hombres sensatos.

Así el mito es mantenido por los que se benefician de él, y con halagos y frases emocionales adormecen una y otra vez a los esclavos de la caverna psicológica de la Democracia cada vez que hacen sonar sus cadenas.


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