miércoles, 15 de marzo de 2017

El Racismo que viene


Quien esto escribe ha dedicado gran parte de su ya larga vida al estudio de los fenómenos históricos y ha constatado que los hay de dos tipos. Los unos son repetitivos y aparecen y reaparecen en diferentes épocas sin mayor variación; los otros si son cambiantes y jamás se repiten, respondiendo a las exigencias de la marcha de los tiempos. Pero en cada momento histórico se mueve un péndulo que rige los acontecimientos, y tanto su parte fija como la móvil constituyen una máquina maravillosa, que no pasa ni pasará de ser una máquina que marca el ritmo de la mecánica histórica, los latidos de un corazón que vive, se acelera y desacelera, sufre a veces taquicardias. Que alguna vez nació y que terminará muriendo.

El Mundo y la Historia del Mundo son, entonces, tales como los concebían los neoplatónicos de Pérgamo y de Alejandría, hace casi 2.000 años: un "macrobios", un gran ser vivo en el cual estamos insertos formando su tejido existencial, con vida propia cada uno de nosotros, con vida propia las distintas Sociedades y Culturas, pero todo condicionado al Gran Ritmo, al Misterio, al Ser de los Seres.

Contra ese ritmo universal nada pueden nuestras disquisiciones intelectuales. Es como es, y lo único que podemos hacer, es percibirlo o no.

Quienes no lo perciben por lo general no merecen el nombre de filósofos, pues se quedan en la superficie de los acontecimientos sin molestarse en verificar su trasfondo y causa. La alienación, que perturba la razón y la percepción, los deja en la aparente paradoja de la existencia, y creen que su tiempo -el que ellos viven- es único, que el progreso es constante y lineal. Pero la Historia -parte suficientemente conocida del pasado humano- es cíclica y responde a motores ocultos que se desvelan tan sólo ante los que meditan profundamente.

Innúmeras formas de Cultura y Civilización se han sucedido a través de los milenios. Los cambios son más aparentes que reales y el hombre que manejaba una cuádriga romana no es muy diferente del que conduce un tren o un automóvil. Ha variado la máquina, la mecánica del vehículo, no el Hombre.

Para tomar un ejemplo de los que podemos tener mejor información para los que entonces vivían en el Imperio Romano, ese coloso político-social-económico-cultural, no podía caer. Pero cayó. Y a la Paz Augusta que regía el Mundo Occidental, agotado su tiempo histórico y necesitada de renovación, le siguió el que llamamos período de la Alta Edad Media.

No sólo cobraron dinámica propia algunas de sus partes, sino que el Imperio fue asaltado por pueblos marginales que entonces se movieron hacia su propio corazón.

En los siglos V, VI y VII aparecieron fenómenos migratorios de pueblos que de alguna manera habían sido sumergidos en la gran forma mental del Imperio Romano o que, amedrentados por su poder, se mantuvieron lejos de él. El Estado Romano, la concertación de pueblos en una unidad de destino, dejó paso a multitud de etnias y razas. Así aparecieron:

El Reino Visigodo en las Galias (419-507)
El Reino Visigodo en España o Hispalis (507-711)
El Reino Ostrogodo de Italia (489-552)
Los Góticos (340-375)
El Reino Vándalo (435-534)
El Reino Longobardo (a partir del 568)
El Reino Burgundio (443-453)
Los Hunos de Atila (434-453)
El Reino de los Francos (a partir del 486)
Y... Sajones, Suevos, Alanos, Anglo-Sajones y un largo etcétera; hoy meros nombres para muchos lectores, pero entonces realidades tangibles y terribles. Pequeños feudos y bandas se establecieron en resistencia o vagaron por el mar, recibiendo el nombre genérico de Vikingos con que la historia los conocería luego. El Imperio romano de Oriente, cristianizado a través de la que hoy llamaríamos la Fe Ortodoxa, con muchos altibajos, resistió hasta la época de las Cruzadas y recibió el golpe final a mediados del siglo XV, a manos de una facción del creciente Imperio Islámico.

Resurgieron las etnias, las tribus, con diversos motores; los religiosos, económicos, políticos y, sobre todo, demográficos...pues, en el reloj de la Historia, la hora fatal de la caída del Imperio Romano había sonado en las cuencas del Asia, cuando aún regían en él los primeros emperadores. Pero como bolas de billar que se golpean las unas con las otras, las que no perecieron en los agujeros del tablero, llegaron trescientos o cuatrocientos años más tarde a las puertas de Roma, Rávena y Constantinopla

La orgullosa Capital de los Romanos, maravilla inolvidable que alojaba en épocas antoninas 1.200.000 seres humanos, y la extraordinaria Alejandría egipcia, donde vivían no menos de un millón, quedaron reducidas a pueblos "primitivos" usando las ruinas como canteras. En el siglo VIII, Roma no tenía más de unos 30.000 ciudadanos estables. Otras importantes ciudades de Europa se convirtieron en aldeas de calles sucias, embarradas, a las que asolaba la peste.

Nuestro concepto actual de "Nación" es, fuera del marco de los últimos siglos, muy relativo y en la mayor parte de los casos, falso.

Vayamos a la antigüedad. ¿Hasta dónde fueron naciones Egipto, Sumeria, Grecia y la misma Roma? ¿Acaso lo fueron los chinos y los incas? ¿E India o Persia? En verdad, la que más se aproximó a este concepto fue Roma, pues su imperio dio una unidad a Europa y a la cuenca del Mediterráneo, donde, sin desaparecer los lenguajes, costumbres y monedas locales, se impuso una lengua, unas costumbres que eran de buen ver y una moneda oficial. Las demás comunidades citadas jamás superaron la realidad telúrica de sus etnias; culturas y lenguajes diferentes convivían y coincidían de manera contemporánea.

Este aspecto de las etnias, núcleos casi familiares que conservan lenguajes y modos de vida, concepciones religiosas o por lo menos místicas, hábitos y costumbres, es muy importante de considerar. Aunque en el Mundo occidental -y por su influencia en el Oriental y Americano- se hayan sepultado a partir del final de la Baja Edad Media, se fueron robusteciendo hasta que en los siglos XVI-XX el concepto se convirtió en axioma; y ahora, nos estalla en las manos.

En verdad, jamás desapareció, fue simplemente aplastado y quedaron, como pústulas de tiempos "superados", diferentes tipos de "guetos", "reducciones" y "colonias".

Las disputas de los países poderosos y de las revoluciones Comunista, Fascista y Nacionalsocialista, que habían sido precedidas por otras en América y Asia, llevaron a las dos más grandes guerras a nivel planetario -a veces los historiadores no perciben que la que se desencadenó cuando Napoleón fue también guerra mundial- en las que las sofisticaciones de los armamentos y de la ciencia puesta al servicio de la técnica bélica, sacudieron violentamente los estratos más profundos de la sociedad humana. A la vez se lanzaron rayos de abstracciones inhumanas, cadenas de mentiras que generaron nuevas violencias. Algunas calladas, como la represión comunista, otras exageradas como las nazis, y otras mitificadas como la casi recien guerra de Vietnam, donde murieron menos ciudadanos norteamericanos que los que perecieron en accidentes de tráfico, en USA, en el último decenio.

De una manera u otra, estas grandes y pequeñas guerras no solucionaron las cosas y el crecimiento demográfico descontrolado, unido a pactos secretos de "descolonización" en Africa y Asia, crearon el llamado "Tercer Mundo", donde hoy vive más de la mitad de la población mundial en situaciones infrahumanas, que los sociólogos han llamado, con verdadero humor negro, "condiciones propias de los países en desarrollo".


Pero el Gran Péndulo regido por fuerzas que corresponden a la vitalidad cósmica, no le importa mucho ni poco la opinión de los humanos y menos aún si están incapacitados, ya no sólo para el gobierno colectivo, sino hasta para el individual.

Una Nueva Edad Media viene sobre nuestra forma actual civilizatoria, inexorablemente, y ya han comenzado sus manifestaciones. Y, obviamente, reaparecen las etnias y las sempiternas formas de racismo que, como todos los "ismos", son cultos exagerados de una realidad. Porque si es una realidad la existencia de las razas, al punto de que un médico anatomista puede saber si el esqueleto de un hombre o una mujer perteneció a un negro, blando o amarillo, europeo o asiático, el racismo no es una realidad, sino una fantasía convertida en pesadillas.

Y esto por no atreverse a reconocer una verdad evidente: que todos somos diferentes, individual y colectivamente. El sueño de un Mundo-Uno que hablase el Esperanto fue una simple utopía de los años veinte. Hoy suena a ridiculez.

Tal vez un cruzado o un hombre de Solimán el Magnífico -los Jefes no suelen creérselo realmente- hayan pensado que todo el mundo podía llegar a ser cristiano o musulmán...pero quien lo crea hoy, a la vista de los acontecimientos que refleja la simple prensa cotidiana, es un soberano imbécil o un fanático desmarcado de nuestra actualidad.

Las ideas -mejor, abstracciones- pseudodemocráticas han colaborado para forjar este tipo de ilusiones y ahora se enfrentan con la realidad de que hay tantas "democracias" como lugares donde se aplica. Los civiles y militares, los Imanes y los Obispos, todos son ahora "democráticos" sin dejar, en realidad, de ser lo que son, a la manera de cada uno y según la fuerza que tengan para ello.

Con esta Nueva Edad Media, lógicamente, viene un nuevo racismo, pues las fronteras empiezan a vacilar y los grupos étnicos reafloran, con sus propiedades positivas y negativas, con sus enfrentamientos, con sus egocentrismos y atavismos. Todos, quien más y quien menos, sufrimos el síndrome y nos nucleamos en tribus de médicos, abogados, músicos, militares, hombres, mujeres, niños y ancianos. Es, insistimos, una lucha de todos contra todos. Los sistemas que nos regían han fracasado y ahora, la naturaleza bestial, aflora por todas partes. Como en la pasada Edad Media europea.

No debemos cerrar los ojos: poco a poco volverán los nuevos esclavos, las migraciones...

Se me podrá recordar que los esclavos estaban en el Mundo Clásico; pero yo os recuerdo también que la esclavitud desapareció en pleno siglo XIX, no por razón moral, sino porque hubo máquinas que la reemplazaron. Las declaraciones previas son mera literatura. Un hombre o una mujer no son esclavos porque no voten, sino que lo son cuando pierden su humanidad para transformarse en cosas que se venden, se compran o se regalan, cuyas vidas están condicionadas a patrones que los someten contra toda razón y todo sentimiento. Y si hilamos fino, jamás ha dejado de existir la esclavitud: para comprobarlo preguntemos a un judío si se puede casar libremente con una cristiana, o si un miembro de la familia noble lo puede hacer sin trastorno con una verdulera. Si un musulmán del Irán puede dejar de serlo voluntariamente, o si un blanco puede ser Presidente electo de una tribu negra o viceversa.

En el juego del racismo que viene, todo está aún muy turbio, pues no hay Ideales Reales Civilizatorios. Y en el desastre que rueda sobre nosotros, vienen confundidos elementos milenarios con otros actuales y aun futuristas. Lo que está claro es que, ante el fracaso de los sistemas, la mitad del mundo hambrienta, la vuelta del fanatismo pseudoreligioso, se buscan afanosamente "chivos expiatorios". Hay un hálito de locura colectiva y hasta se ha llegado a afirmar que el virus del SIDA se había fabricado a propósito en laboratorios de USA, cuando USA es la mayor víctima de esta enfermedad, de origen africano, que proviene de contactos antinaturales entre simios y tribus negras hace cientos de años; como la sífilis humana tiene su origen en relaciones sexuales entre aborígenes de América y camélidos andinos, del tipo de la llama, la alpaca y la vicuña.

Las enfermedades venéreas no son "flagelos de Dios", pero si resultados de errores y animalidades de los propios hombres, algunas de las cuales están de moda endiosar, como en el siglo XVIII se hacía con el "buen salvaje" que, aunque nunca existió, dio cera para muchas luces literarias y pedagógicas de la época.

Sería muy positivo dar a cada cual lo que realmente le corresponde y no pretender que grupos que no salieron del Paleolítico Terminal puedan darnos a todos lecciones de moral, arte, política y comportamientos. Porque una de las características del nuevo racismo es creer que ser de piel blanca, europeo y culto es una aberración que hay que ocultar tras alguna mascarada africanoide con sus músicas y atuendos. Nada más erróneo.

Si le concedemos por derecho natural a un aborigen de la selva brasileña o la de Darién, a un polinesio o a un esquimal, que su forma de ser es respetable y que no conviene que los blancos de raíz europea se mezclen con ellos, insertando en sus costumbres elementos desestabilizadores, también debemos aplicar la misma medida para con el blanco que conforma una etnia europea, o sea: permitirle su derecho de aislación y protección de lo que para él son formas de vida válidas, usos, costumbres y lenguajes.

Empujada por su propia ineptitud para mantener una forma de vida elevada económicamente, hay una tendencia migratoria que se dirige, por lo general de Sur a Norte, y hay los que creen, evidentemente con buena voluntad aunque con desconocimiento antropológico, que los habitantes de Europa o de USA están obligados a recibirlos indiscriminadamente, alojarlos y mantenerlos. Al margen de que esto es materialmente imposible, dado que aún en los países más ricos existen índices de desempleo y problemas de superpoblación crecientes que se reflejan en angustias que llevan a la delincuencia y el consumo de drogas, alcohol y tabaquismo, la inserción de esos inmigrantes sólo causaría las reacciones que son de prever con violencias y rechazos mutuos, siempre lamentables.

Hay que evitar todo motor del racismo, pues estamos llegando a situaciones ridículas. 

Quien esto escribe, opina que la libertad, por la que tanto cacarean todos los que quieren destacarse como "demócratas de toda la vida", si se da, hay que aplicarla a todos. Si no existe una Unidad ni una Fuerza Internacional real, ¿para qué sirve el condenar determinadas formas de vida, metiendo las narices en las respetables vidas de millones de personas? ¿Es libertad el cohartarla?

Si nos parece lógico que cada cual en su casa o establecimiento se reserve el derecho de admisión, sobre la base de una intimidad necesaria para la dignidad humana, ¿por qué no aplicar otro tanto a los países y dejarlos en paz, que cada uno tenga el gobierno y las costumbres que quiera y pueda? De cualquier manera, en la practica es lo que hacen, sobre todo en países con poderosos ejércitos.

Creo que hemos hecho del Mundo una madeja de confusión espantosa y que nos estamos amargando la vida innecesariamente. Debemos aprender a vivir y dejar vivir. 

Hay que poner al Hombre por encima del hombre, es decir, la parte espiritual y noble primando sobre la material y burda. No masificar; un hombre, una mujer, valen por lo que realmente son y no por el color de su piel ni por el lugar en donde el Destino les ha llevado a nacer.

Detrás de todo racismo hay miedo. Si se precipita sobre nosotros un nuevo racismo es porque hemos hecho culto al miedo, a la debilidad. Millones de niños ya no juegan, sino que permanecen estáticos, embobados frente a un aparato de TV, viendo lo que hacen otros. Estamos construyendo una Cultura de mirones, de simples observadores incapaces de pensar y sentir por sí mismos.

Racismo es miedo, es vivir hacia fuera, es superficialidad.

Si nos internalizamos y reconocemos la existencia natural de los sexos, las razas, las etnias, los pareceres diferentes, llegaremos a la verdadera libertad; y donde hay verdadera libertad no cabe el racismo, ni ninguna otra forma fanática de encarar la existencia.



Jorge Angel Livraga Rizzi -1990
"El Racismo que viene"

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